Mi saludo de bienvenida a
quienes entráis en este blog. Desearía que su visita os
ayudara a descubrir la novedad de la persona de Jesús y su proyecto
de vida, un proyecto que sin duda es proyecto comunitario.
Pienso
en el sueño de Dios para nuestra comunidad y en los deseos que el
Espíritu Santo pone en mi corazón. Dejemos actuar a Dios y no
pongamos obstáculos a su obra. Déjate llevar por el aire del
Espíritu hacia el sueño de Dios y cuando Jesús te dice « ¡Ven y
sígueme!», pregúntate qué quiere de ti.
Sueño
con una parroquia renovada, con el ardor de la primitiva comunidad
cristiana, que «tenía un solo corazón y una sola alma» (He
4,32). Una comunidad construida sobre sus cuatro pilares: «Acudían
asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la
fracción del pan y a las oraciones» (He 2,42). Es decir,
cristianos con sed de Dios, sed de conocer y de experimentar cada vez
más el misterio de Dios, en formación permanente, con una visión
amplia y universal de la vida, que acogen la Palabra de Dios como luz
y hacen del Evangelio vida.
Cristianos
que valoran y velan por la comunión entre los hermanos sabiendo que
cualquier pensamiento, deseo, palabra y acción crea comunión o
división, por lo que han optado por poner la comunión como algo
esencial para que se realice el sueño de Jesús: «… que todos
sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn
17,21).
Comunión
que se hace solidaridad y compasión con los que sufren, los que no
encuentran trabajo y están parados, con los enfermos y los pobres,
tendiendo la mano, animando, dando vida, compartiendo los bienes. Es
dejar que las entrañas compasivas de Dios se muestren a través de
nuestra intimidad con Cristo. Es dejar que Cristo actúe a través de
nosotros, reconociendo al mismo Cristo en el hermano que sufre.
Comunión
que es acogida a todos aunque seamos rechazados. Comunión que la
hace profundamente eclesial con toda la Iglesia Católica y con las
otras Iglesias, en comunión con el arciprestazgo y toda la Iglesia
Diocesana.
Sueño
con una comunidad que participa asiduamente en la Eucaristía, que
lleva la vida a la Eucaristía y hace de la Eucaristía vida. Y para
ello, reconoce su pobreza, su necesidad de conversión y su necesidad
de confesar sus pecados. Por eso es una comunidad que se santifica
con la gracia de los sacramentos.
Sueño
con una comunidad orante, donde todos sus miembros dedican todos los
días un tiempo para estar con el Señor, para orar la vida, para
pedir, dar gracias, alabar y adorar, desahogando el corazón en el
Señor. Una comunidad que se reúne semanalmente al menos una hora
para orar juntos por las necesidades del mundo, de la Iglesia, de
nuestra comunidad y nuestras propias necesidades, con un espíritu
contemplativo, de escucha, para luego lanzarse a la misión de lo que
Dios nos pide.
Sueño
con una comunidad donde todos sirven, porque el que no sirve está
enfermo y necesita ser curado por Jesús. Cada uno sirviendo según
sus cualidades, con una labor hacia fuera y hacia dentro, siendo «luz
del mundo y sal de la tierra» (cf Mt 5,13-14).
Sueño
con una comunidad que se deja evangelizar y lleva el Evangelio a
quienes no lo conocen, a los hogares que no han escuchado hablar del
proyecto de Dios en la persona de Jesús. Por tanto se trata de una
comunidad en constante evangelización y en constante misión, en
definitiva, misionera.
Una
parroquia no formada por individualidades sino por personas que viven
un sentimiento comunitario y fraterno, poniendo a Jesús en el centro
de su vida.
La
comunidad de Jesús es obra de todos. No hay tiempo que perder porque
mañana puede ser tarde. Lánzate hoy mismo. Hay quien sigue a Jesús
desde lejos, sin compromiso alguno, y hay quien le sigue de cerca,
implicándose como miembro de la comunidad de Jesús ofreciendo su
servicio humilde a los demás según el don de Dios recibido.
Una
comunidad que acoge «la nueva evangelización» es una
comunidad que atiende a su renovación espiritual. Sin vida de
oración no hay transformación ni cambio, porque la vida de la
comunidad la lleva el Espíritu Santo y eso se realiza a través de
personas que se dejan abrazar en el amor de Dios nuestro Padre y
siguen las huellas de Jesús, entregando sus vidas hasta alcanzar la
gloria de Dios con todos los ángeles y los santos del cielo.
Y
así nuestra parroquia será la Casa del Pueblo, el Hogar de todos,
un espacio de acogida y fraternidad donde resplandezca el amor y la
luz de Cristo.
Encomiendo
este sueño a la Virgen María, en la advocación de la Inmaculada
Concepción, patrona de nuestra comunidad, que nos acompañe en este
camino y nos conceda un corazón limpio para ver a Dios en todo y en
todos.
Únete
a este canto de esperanza, donde los jóvenes sean portadores de una
Iglesia viva, alegre, capaz de contagiar la fe, la esperanza y el
amor.
Lázaro
Albar Marín, vuestro párroco.
Bonito y estimulante saludo. Nos alegra tenerte como párroco.
ResponderEliminarAl principio veía caras de extrañeza cuando íba a la misa del domingo a Campamento, hace ya un tiempo. Ahora son caras de alegría las que reconozco cuando voy a Formación, a la Oración de los viernes, a la Eucaristía de los domingos, a cursos de Oración... Gracias, Comunidad de Campamento.
ResponderEliminarMiguel Ángel.