SALMO 22
El Señor es mi
pastor: nada me falta.
Pocos rastros nos
quedan ya, Señor,
de esa cultura agraria,
que nos permitía
invocarte como pastor.
Sin embargo, aún nos
suena de forma cálida
y percibimos en esa
metáfora,
el misterio entrañable
de tu Hijo.
Señor, añoro tu guía
y vivo bajo tu guardia.
Busco tu palabra y tu
Eucaristía,
como alimentos que me
fortalecen
y me dan la fuerza que
precisa mi vida.
Aunque mi existir se
tiña de tonos oscuros
y sea consciente de mi
debilidad,
estoy seguro que tu
regazo es para mí la luz
y tus fuertes brazos,
la confianza que me falta.
(Antonio
Meléndez, Salmos
con las manos vacías, p
32)
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