Un
día llegó un hombre
que
tenía magia en la voz,
calor
en sus palabras,
embrujo
en su mensaje.
Un
día vino un hombre
con
la alegría en los ojos,
la
libertad en las manos,
el
futuro en sus hechos.
Un
día vino un hombre
con
esperanza en sus gestos,
con
la fuerza de su ser,
con
un corazón grandísimo.
Un
día vino un hombre
con
el amor en sus signos,
con
la bondad en sus besos,
con
la Hermandad en sus hombros.
Un
día vino un hombre
con
el Espíritu sobre sí,
con
la fidelidad en su padecer,
con
el sentido en su morir.
Un
día vino un hombre,
con
el tesoro de su cielo,
con
la vida de su cruz,
con
la resurrección de su fe.
(Alois
ALBRECHT)
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