martes, 14 de enero de 2014

Retiro: El Padrenuestro, hacer vida la oración de Jesús

Un hermoso regalo de Dios hemos recibido las diecinueve personas que hemos participado de este encuentro con Cristo. Hay veces que Dios se desborda. Su amor es como continuas oleadas que van y vienen. Hay quien llega triste y preocupado, hay quien lleva una herida abierta en el corazón, hay quien se siente hambriento de perdón, hay quien busca la soledad y el silencio, hay
quien va expectante sin saber con qué se va a encontrar. Y lo más grande, Dios abraza a todos para que experimenten la fraternidad del Reino y el misterio de comunión que es la Iglesia.
Es precioso entrar en el corazón de Jesús y ver cómo su corazón está unido a Dios nuestro Padre. También nosotros le hemos pedido al Señor que nos enseñe a orar. Somos discípulos ansiosos de aprender, prestando nuestros labios a Jesús para que se dirija al Padre.
Jesús se apartaba a orar y su rostro se transformaba, se iluminaba. Esto es lo que hemos hecho este fin de semana y verdaderamente nuestros rostros han quedado iluminados. Me decía una joven: “nunca he sentido tanta felicidad”. Otra persona se expresaba así: “Aquí hay mucha paz, alegría y amor”. Es verdad que el sacramento del perdón desata los nudos interiores y es un bálsamo de consuelo que deja limpio el corazón, una experiencia de renovación interior.
El Santísimo expuesto en el día y en la noche, siempre a sus pies, sintiéndonos
bendecidos, como una corriente espiritual iba deshaciendo las tinieblas, ha sido la luz de Cristo que nos quiere iluminados, en gracia y paz, llenos de vida y esperanza. Todos hemos experimentado lo grande que es Dios y el amor que nos tiene. Una experiencia que no se puede expresar en palabras.

¿Cómo es posible que en menos de 48 horas Dios pueda cogernos entre sus manos, nos sople con el aliento de su Espíritu y realice el milagro de que podamos disfrutar del cielo en la tierra? El canto, la música, las voces ayudaban a crear ese clima de intimidad y paz donde todo se hacía más divino. Cómo se deja sentir el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y María. ¡Qué gozo de plenitud! A veces la presencia de Dios ha sido más fuerte que nuestra propia presencia. Dios es Dios y nos ha metido en su corazón para que disfrutemos de Él.
Tan sólo puedo caer de rodillas en adoración y decir: “Gracias Señor por este inmenso regalo que sin merecerlo tú nos has concedido”.

Lázaro Albar.